- No jugarás con el negro- le dijeron al pollo de oro. Entonces fue; llegó donde el negro. Se puso a jugar el pollo de oro.
Entonces se hizo gallo. En medio del campo lo vieron.
- ¿No eres tú el pollo de oro? –le dijeron. - Yo soy de veras –dijo. - Tanto te aconsejé; “no jugarás con el negro”, te dije, pues, amigo pollo de oro –le dijeron al pollo de oro-. ¿Jugaste con el negro, amigo pollo de oro? –le dijeron al pollo de oro. - Casi me acordé, amigo –dijo el pollo de oro-. Déjame no más que juegue; pensaré en esto –dijo el pollo de oro.
Entonces lo dejaron como estaba.
Más tarde estaba sobre un roble arriba. Entonces alcanzó a verlo un zorro; estaba aguaitando hacia arriba el zorro.
- Buenos días, pollo –dijo el zorro-. Ven acá, amigo pollo; un poco juguemos, amigo –dijo el zorro. - No quiero, amigo; acaso me matas, amigo –dijo el pollo de oro. - No te mataré, amigo; me he hecho muy buen hombre, amigo. Antes efectivamente era ladrón –dijo el zorro.
- No quiero –dijo el pollo de oro. - ¿Con el perro no eres enemigo? –le dijeron al zorro. - ¡Oh! Antes éramos enemigos. Desde hace mucho tiempo somos amigos –dijo el zorro. Un rato después se levantó el zorro, vio al perro. - Allá viene tu amigo, amigo zorro –le dijeron al zorro. Vino el perro siguiendo el rastro del zorro. Entonces galopeando salió el zorro. Llegó el perro. - Por ahí anda el zorro, amigo perro –le dijeron al perro.
Entonces a la orilla del bosque pillaron al zorro.
El pollo de oro a los cinco o seis meses volvió a ser gente.